Para comprender la obra de Salarrué, es imprescindible conocer la historia de El Salvador. Este país que se extiende desde Guatemala hasta Honduras de oeste a este y de norte a sur entre Honduras y el océano Pacífico, es un territorio pequeño y muy poblado.
Una nación cargada de contradicciones sociales, que arrastra el lastre que supone no haber superado ninguna de las lacras que le dejó la administración colonial. A lo largo de su historia, la historia de El Salvador ha conocido numerosas conjuras. En los cambios de Gobierno se han alternado revoluciones, épocas de represión y restauraciones del poder establecido, y en cada ocasión se ha prometido al pueblo orden, libertad y prosperidad, un panorama no muy diferente a otros países de Centroamérica.
En época precolombina, el actual territorio de El Salvador estuvo ocupado por una civilización pre maya y hacia el siglo III a. C. cayó bajo la influencia de la civilización maya. Hacia el siglo XII fue ocupado por los pipiles, pueblo náhuatl de civilización tolteca.
La conquista del territorio por parte de los colonizadores españoles, iniciada en 1524 por Pedro de Alvarado, finalizó con el sometimiento de los pipiles y la fundación de la ciudad de San Salvador. El territorio fue dividido en cuatro provincias. que pasaron a depender de la capitanía general de Guatemala. La actividad económica se basaba en la agricultura del maíz, el cacao, las tinturas y los bálsamos.
La larga duración del periodo colonial, unido al siguiente extenso periodo autoritario, dejaron a la sociedad salvadoreña una herencia cultural que favoreció, antes que el ejercicio democrático del poder, la configuración de un régimen político híbrido autoritario en el desarrollo de la joven república.
Los primeros movimientos emancipadores, encabezados por José Martínez Delgado en 1811 y por José Manuel Arce y Manuel Rodríguez en 1814, no tuvieron éxito. Guatemala proclamó la independencia en 1821, y al año siguiente aceptó unirse al imperio mexicano de lturbide con la oposición de El Salvador, que fue invadido por un ejército guatemalteco en 1823.
Pero ese mismo año, El Salvador pasó a formar parte de las Provincias Unidas del Centro de América. Las constantes luchas entre liberales, partidarios de la federación, y conservadores, contrarios a ella, produjeron la disgregación de la federación en 1839. Por fin, el 2 de febrero de 1841 se proclama la independencia de El Salvador, pero esta primera independencia solo duró veinte años ya que en 1863 Guatemala invadió el país.
Tradicionalmente, la sociedad salvadoreña ha padecido de una profunda desigualdad. Heredada de la colonia, la república ha hecho pocos esfuerzos para reducirla. En el siglo XIX, la puesta en el mercado de los colorantes sintéticos llevó a la desaparición de la producción de tinturas a partir del índigo o añil, actividad económica principal de la antigua colonia. En busca de un nuevo producto de exportación, la fuerza del Estado fue utilizada para expropiar las tierras de las comunidades – muchas de ellas indígenas – y de la Iglesia, para entregarlas a propietarios privados con el objetivo de que fueran dedicadas a la producción de café; desde las posiciones de control en el aparato del gobierno se determinó a quienes debían ser parte del nuevo sector cafetero que se convertiría en hegemónico, ejerciendo un patrimonialismo de Estado que ha sido una característica dominante de su historia.
La apertura política durante las primeras dos décadas del siglo xx, que se expresaba en la alternancia de gobiernos civiles mediante elecciones también tenía un correlato en los niveles de movilización social. Existen informes de huelgas de sastres, zapateros, maestros, ferrocarrileros, panificadores y zapateros entre 1920 y 1928.
La producción de café, el eje de la economía salvadoreña y la principal organizadora de la estructura social y económica del país sufrió un duro golpe con la llegada de la gran Depresión de 1929, que generó una brusca caída de los precios del café. En diciembre de 1931 un golpe de Estado militar derroca al gobierno tímidamente reformista del presidente Arturo Araujo; el control directo del aparato de Estado en manos de la oligarquía da paso al control indirecto a través de las Fuerzas Armadas, que duraría por casi medio siglo.
El gobierno del general Hernández Martínez, el «Martinato», estará marcado por la represión de toda clase de protesta social, el sofocamiento de una rebelión indígena-campesina en el occidente del país y un conato de insurrección por parte de Farabundo Martín y el Partido Comunista. Las cifras de muertos no han sido establecidas con claridad, pues los cálculos oscilan desde cinco hasta treinta mil. No existe duda de que casi la totalidad de los líderes locales o nacionales de la fallida insurrección, fueron asesinados o tuvieron que salir del país acompañados de sus familiares más cercanos. El Partido Laborista no se salvó de la represión, y prácticamente fue exterminado.
La represión practicada por Hernández Martínez en 1932, que para algunos alcanzó el nivel de genocidio, tuvo consecuencias económicas además de fines políticos, puesto que permitía a los terratenientes cafetaleros, banqueros y grandes comerciantes disminuir la presión proveniente de la población laboral excedente por su aniquilamiento, su desplazamiento o su emigración.
Este infame episodio de la historia salvadoreña formaría parte de algunas de las obras de Salarrué, sea de manera explícita o implícita. Sin embargo, Salarrué continuaría sustrayéndose del frenesí político del país, ya que se aferraba a un concepto «primigenio» para entender el mundo:
«Yo no tengo patria, yo no sé lo que es patria. ¿A qué llamáis patria vosotros los hombres entendidos por prácticos? Sé que entendéis por patria un conjunto de leyes, una maquinaria de administración, un parche en un mapa de colores chillones…no tengo patria, pero tengo un terruño… No tengo El Salvador… tengo Cuscatlán, una región del mundo y no una nación».
El control de la política y la economía mediante gobiernos militares fue la constante en el país desde el gobierno del Martinato hasta 1981, momento en el que la Junta Militar entrega el poder a una Asamblea Constituyente.
Este fue El Salvador que conoció Salarrué y en el que desarrolló su actividad literaria y artística. Aunque es sabido que nuestro autor colaboró con el gobierno de Hernández Martínez profusamente, era el mismo Estado el que se encargaba de las políticas culturales, a través de un proyecto presidencial que fomentaba el aprecio a la nación, al encanto del terruño, y la promoción del indigenismo y Salarrué desarrolló su trabajo artístico en ese entorno como lo hicieron otros intelectuales del país. Esta postura comprensible si tenemos en cuenta que El Salvador fue un país dominado por gobiernos militares durante más de un siglo.
Bibliografía básica de historia de El Salvador.
Bibliografía:
Anderson, Thomas R. (2001). El Salvador, 1932: los sucesos políticos. San Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos.
Artiga-González, Álvaro (2015). El sistema político salvadoreño. San Salvador: Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), AECID.
Castellanos, Juan Mario (2002). El Salvador 1930-1960. Antecedentes históricos de la guerra civil. San Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos.
Guidos Véjar, Rafael (1980). El ascenso del militarismo en El Salvador. San Salvador: UCA Editores.
White, Alastair (1987). El Salvador. San Salvador: UCA Editores.

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